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Ganadores y perdedores con un dólar por debajo de $4.000: impacto en el comercio exterior y la logística internacional

La reciente caída del dólar en Colombia, que tocó los $3.716, su nivel más bajo desde 2022. Está reacomodando la estructura de costos en operaciones internacionales. Para el sector de comercio exterior y logística global, la revaluación del peso trae ventajas importantes para algunos actores, pero también riesgos significativos para otros.


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Importadores: los grandes beneficiados

La caída del dólar está abaratando las importaciones, beneficiando a empresas que traen maquinaria, autopartes, insumos industriales, textiles, químicos, tecnología y vehículos. Con una divisa más baja, estos negocios pueden mejorar sus márgenes o incluso trasladar parte de este beneficio al consumidor final.


El impacto también es notable para compañías que manejan altos volúmenes de carga marítima y aérea, ya que reducen sus costos CIF, fortalecen su competitividad frente a productores locales y pueden incrementar inventarios sin una presión financiera tan alta. A esto se suma que tanto empresas como hogares con deudas, créditos externos, bonos en dólares o pagos educativos internacionales ven una disminución en sus costos financieros. Este beneficio también incluye a empresas logísticas que pagan fletes, seguros, handling y servicios internacionales denominados en dólares.


Finalmente, los viajeros y las empresas con equipos operativos en el exterior enfrentan menores costos en hotelería, transporte y viáticos, pues el menor valor del dólar reduce significativamente los gastos asociados a operaciones fuera del país.



Exportadores: los más perjudicados

La revaluación del peso está reduciendo los ingresos en moneda local para sectores exportadores como café, flores, banano, palma, manufacturas, BPO y economía naranja. Al recibir menos pesos por cada dólar exportado, estas industrias enfrentan caídas en ingresos netos y una mayor presión sobre su flujo de caja.


Esta reducción afecta directamente su capacidad de inversión, modernización y expansión, especialmente en empresas pequeñas y medianas que ya operan con márgenes ajustados. A esto se suma un reto adicional: mientras los costos internos siguen aumentando por la inflación local, los ingresos en pesos disminuyen, lo que estrecha aún más los márgenes de operación. Esto profundiza la pérdida de competitividad frente a otros países exportadores.


En materia logística, esta combinación puede llevar a una reducción en los volúmenes exportados, cambios en los contratos con agentes de carga y ajustes en los servicios utilizados. Es posible que las empresas reduzcan el uso de transporte aéreo o exprés y migren con más frecuencia a rutas marítimas de menor costo, aunque más lentas.


El sector mineroenergético —que exporta crudo, carbón, níquel y gas— también siente este impacto. Menos pesos por dólar exportado se traducen en menores utilidades, menos regalías para las regiones y una caída en el recaudo fiscal del país.


Como estas industrias movilizan una porción importante de la carga nacional, un menor flujo exportador también puede afectar la operación portuaria, la demanda de servicios logísticos y la dinámica de las cadenas de suministro asociadas.


Un dólar barato no es completamente bueno ni completamente malo

La caída del dólar está reconfigurando el comercio exterior en Colombia. Los importadores y las empresas con deudas en divisa salen beneficiados por menores costos, mientras que los exportadores reciben menos pesos por cada dólar y enfrentan mayores presiones competitivas.


Para la logística internacional, el impacto es dual: aumentan las importaciones y la actividad en puertos y operadores, pero el menor dinamismo exportador obliga a ajustar rutas, volúmenes y planificación. En un entorno cambiario tan volátil, el reto será adaptarse con rapidez para aprovechar las oportunidades y reducir riesgos.

 
 
 
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