La congestión portuaria global se dispara: una amenaza creciente para la logística internacional
- Melyak International
- 19 jun
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La logística internacional atraviesa uno de sus momentos más críticos de los últimos años. Según un informe reciente publicado por PortTechnology.org, el 96 % de los puertos comerciales del mundo están experimentando niveles severos de congestión, con demoras operativas que han crecido hasta en un 300 %. Esta situación no solo refleja una crisis de eficiencia en los puertos, sino que también genera una disrupción directa en las cadenas de suministro globales, afectando a importadores, exportadores y operadores logísticos en todo el mundo.

¿Dónde está el mayor impacto?
Los focos más alarmantes de esta congestión se localizan en grandes hubs internacionales como Singapur, Róterdam y Ciudad del Cabo. En estos puntos estratégicos, los buques están enfrentando tiempos de espera superiores a los 10 días para realizar operaciones básicas como carga y descarga.
Esta acumulación de buques en rada, sumada a una falta estructural de infraestructura adaptada al aumento de volumen, ha creado un efecto dominó que repercute a nivel mundial. Incluso regiones que no presentan congestión directa terminan siendo afectadas por el rezago en la rotación de contenedores y la disponibilidad de espacios.
¿Qué factores están provocando esta congestión?
El origen de esta crisis es multifactorial. En primer lugar, la reconfiguración de rutas comerciales debido a conflictos en Oriente Medio y el mar Rojo ha obligado a muchas navieras a desviar sus trayectos hacia puertos alternativos, generando una presión inesperada sobre instalaciones logísticas que no estaban preparadas para este incremento en la demanda.
Además, se ha agravado la escasez de contenedores vacíos en puntos clave, lo que limita la capacidad de embarcar mercancías incluso cuando hay disponibilidad de espacio en los buques. A esto se suma el cierre parcial o la saturación de muchas terminales logísticas que no logran despachar con la velocidad que exige el mercado. Por último, los retrasos en los tiempos de rotación de buques se han convertido en un nuevo cuello de botella. Estos se deben tanto a la propia congestión como a un aumento en los controles e inspecciones portuarias, que ralentizan el proceso y afectan toda la cadena de suministro en cascada.
¿Cómo afecta esto a los importadores y exportadores?
Las consecuencias de este panorama ya se sienten con fuerza en las operaciones logísticas. El aumento en los tiempos de tránsito tanto para importaciones como exportaciones está generando incertidumbre y alteraciones en la planificación operativa de muchas empresas. Además, esta situación está provocando sobrecostos importantes en almacenamiento portuario y cargos por demora (demurrage) y detención de contenedores (detention), lo que representa un golpe directo a los márgenes de rentabilidad.
También se ha vuelto más difícil garantizar entregas bajo esquemas just-in-time, especialmente para industrias sensibles como la farmacéutica, la automotriz o la alimentaria. La volatilidad en las tarifas de flete marítimo es otro efecto colateral: las rutas Asia–América y Europa–Sudamérica están experimentando aumentos considerables en los precios, lo que obliga a muchas empresas a renegociar contratos y presupuestos logísticos en medio del camino.
¿Qué pueden hacer las empresas frente a esta crisis?
Ante este panorama, las empresas deben adoptar estrategias proactivas como reservar espacio en buques con suficiente anticipación y diversificar rutas y puertos para evitar cuellos de botella. También es clave contar con una estrategia de visibilidad logística, que permita rastrear la carga en tiempo real y reaccionar rápidamente ante imprevistos. En casos urgentes o sensibles al tiempo, explorar opciones intermodales o aéreas puede ser una solución viable frente a las congestiones marítimas.
Conclusión
La actual crisis de congestión portuaria no solo representa un reto operacional, sino una alerta para toda la cadena logística global. La anticipación, la diversificación y la digitalización ya no son ventajas competitivas, sino requisitos esenciales para operar en un entorno volátil y en constante transformación.
